El comercio marítimo internacional atraviesa uno de los contextos más extremos que se recuerdan desde la crisis de 2008. La pandemia de la COVID-19 ha provocado una situación de máxima necesidad para las empresas, que ven cómo la única salida que pueden dar a sus mercancías pasa por pagar precios desorbitados en comparación a los importes a los que hacían frente antes de la crisis sanitaria. Pero, ¿qué ha ocurrido para que, mientras otros sectores se recuperan, el transporte marítimo se enfrente a una de sus mayores inestabilidades históricas?
Existen varios factores que provocan estos nuevos máximos en las tarifas de fletes estos últimos meses. En lo que respecta a la exportación, los cierres de puertos por los brotes de COVID-19, principalmente en China y Vietnam, provocan largas colas que congestionan los puertos de todo el mundo, dificultando el transporte mediante las rutas comerciales habituales. Por la parte de la importación, los grandes problemas de capacidad a los que se enfrentan puertos, conexiones interiores, depósitos temporales de contenedores y destinos finales. Además, actualmente muchas fábricas chinas están sufriendo apagones o restricciones durante semanas como medida para contener el consumo energético durante los últimos meses amenazando el crecimiento de la segunda economía mundial y afectando a la cadena global de abastecimiento.
Sin embargo, el principal factor a tener en cuenta para comprender la subida de las tarifas de fletes reside en las propias líneas navieras, que, tras años de recortar costes para resultar competitivos en el mercado, ahora se encuentran una posición privilegiada para maximizar sus beneficios en la negociación con los expedidores, fijando tarifas mucho más altas.
Por su parte, los grandes proveedores de navíos, que tras la desaparición de los operadores más pequeños del mercado en la crisis de 2008 lograron hacerse con el mercado gracias a sus fletes de buques más grandes y con mayor carga, también hacen su agosto con espectaculares subidas de precio. Una situación que ha llevado a una paradójica deceleración del aumento de fletes provocado no por la caída de la demanda, sino por la falta de capacidad disponible.
Los expertos hablan ya de una “tormenta perfecta” para el comercio marítimo internacional, y la situación, según su criterio, es muy probable que empeore antes de mejorar. La política de tolerancia cero de China para la total eliminación de la COVID-19 mantiene el suspense respecto al cierre de puertos o la interrupción de conexiones con el interior de país, lo que retrasaría un eventual regreso al statu quo habitual dentro del transporte marítimo de mercancías.